Como hemos tratado extensamente en otros Boletines, la enfermedad de Parkinson (EP) se puede diagnosticar cuando están presentes los síntomas motores siendo mandatoria la presencia de bradicinesia (lentitud en los movimientos) y al menos uno de los siguientes síntomas: rigidez muscular, temblor en reposo o inestabilidad.
Pero en los últimos años, se han descubierto una gran variedad de síntomas no motores que pueden clasificarse en trastornos sensoriales (como hiposmia y dolor), del sueño (sobre todo trastornos del comportamiento del sueño REM), alteraciones autonómicas (estreñimiento, disfunción urinaria, disfunción eréctil, hipotensión ortostática) y trastornos neuropsiquiátricos (como depresión y ansiedad).
La Sociedad Internacional de Parkinson y Trastornos del Movimiento ha propuesto que la evolución natural de la EP sea dividida en tres etapas: 1) Una fase preclínica, cuando los procesos neurodegenerativos ya han comenzado pero aún no existen síntomas o signos clínicos manifiestos; 2) Una fase prodrómica, cuando algunos de los síntomas y signos están presentes pero son insuficientes para el diagnóstico de la enfermedad; y 3) Una fase clínica, cuando ya es posible el diagnóstico de EP basado en la presencia de signos motores.
Durante la fase prodrómica de la EP pueden presentarse síntomas no motores que comienzan a manifestarse varios años antes que los síntomas motores.
Los síntomas prodrómicos no motores que más se han asociado con el riesgo de desarrollar la EP son la hiposmia (es decir la pérdida del olfato sin que uno encuentre una causa que la haya provocado), el trastorno del comportamiento del sueño REM (en la que el paciente actúa el sueño, cuando debería estar quieto. Son pacientes que hablan, gritan, pegan o se caen de la cama), la depresión y el estreñimiento. Cada vez existe más evidencia de que las personas que padecen más de uno de estos marcadores prodrómicos tienen un mayor riesgo de padecer la EP en el futuro.
En un porcentaje importante de pacientes con EP el estreñimiento es un síntoma temprano que puede anteceder en más de una década a los trastornos motores. Debido a la gran variabilidad de la fase prodrómica de la EP entre individuos aún no existe un consenso de su duración, pues mientras algunos autores han propuesto que en promedio inicia 10 años antes del diagnóstico, otros han afirmado que puede comenzar hasta dos décadas antes del mismo.
En las últimas décadas, se han desarrollado diversos biomarcadores para el estudio de los pacientes con EP. Un grupo de estos biomarcadores son las neuroimágenes, como la resonancia magnética cerebral y las imágenes moleculares, en particular, la tomografía por emisión de positrones (PET) y la tomografía por emisión de fotón único (SPECT). Estas técnicas, están siendo empleadas con el fin de permitir el diagnóstico temprano de la EP, así como para mejorar el diagnóstico diferencial entre EP y otros parkinsonismos y para monitorizar la progresión de la enfermedad.
Considerando lo anterior, hay esfuerzos crecientes en desarrollar estrategias para diagnosticar la EP durante la fase prodrómica, educando a la población general y a los médicos sobre los síntomas no motores prodrómicos para reducir la latencia diagnóstica
Es importante destacar que los marcadores prodrómicos de la EP podrían permitir una detección temprana de la EP y posiblemente tratamientos tempranos más efectivos o incluso preventivos de la enfermedad, lo cual, y hasta el día de hoy siguen siendo objeto de estudios.
Dra. Cynthia García Fernández
Neuróloga
MN: 115748