La Enfermedad de Parkinson (EP), fue descripta por primera vez por James Parkinson en su monografía de 1817, “An Essay on the Shaking Palsy” (Un ensayo sobre la parálisis agitante) y es por ello que la Organización Mundial de la Salud, declaró el 11 de abril, día Mundial de la Enfermedad de Parkinson, en conmemoración al aniversario de su nacimiento.
Se trata de la segunda enfermedad neurodegenerativa progresiva más frecuente, luego del Alzheimer. Su incidencia aumenta a partir de los 60 años y en Argentina, se estima que cerca de 100.000 personas la padecen.
Si bien la EP se ha considerado tradicionalmente un trastorno del sistema motor, ahora se reconoce que es una afección compleja con diversas características clínicas que incluyen manifestaciones neuropsiquiátricas y otras no motoras; por lo que se trata de una enfermedad multistémica.
Dentro de las manifestaciones motoras se puede hallar lentitud en los movimientos (bradicinesia), temblor de reposo, rigidez, inestabilidad y trastornos de la marcha. Estos síntomas, acorde al predominante, puede determinar el fenotipo y pronóstico de la enfermedad, ya sea tremorígeno (predomina el temblor), acineto rígido (predomina la rigidez) o mixto. Otros síntomas que se pueden encontrar son alteración en la escritura (micrografía o letra pequeña), falta de expresión facial. En relación a las manifestaciones no motoras, los cuales pueden preceder en años a las motoras, se encuentran la pérdida del olfato, constipación, trastornos del sueño (sueños vividos, fragmentación del sueño y actuaciones en el mismo), y trastornos del ánimo (depresión, ansiedad). Otras manifestaciones que suelen presentarse durante el transcurso de la enfermedad son la disautonomia (más comúnmente hipotensión ortostática, taquicardia, incontinencia urinaria) , trastornos en la visión (ver doble, alteración en visión en colores), fallas en la memoria, entre otras.
Si bien no se sabe aún cual es la causa que produce la enfermedad, se cree que podría estar determinada por una asociación de factores genéticos y ambientales, es decir, una predisposición genética a desarrollar la enfermedad, que necesitaría de factores ambientales para desencadenarla. Esto no implica necesariamente, que el paciente que padezca la enfermedad, la transmita a las generaciones sucesivas.
Respecto al diagnóstico, a pesar de contar con tecnología avanzada en imágenes y laboratorio, el mismo continúa siendo clínico, basado en un minucioso interrogatorio y examen físico. Los distintos estudios, pueden ser útiles en descartar otras patologías que simulen la EP (llamados parkinsonismos, los cuales pueden tener distintas causas)
Si bien esta entidad no tiene cura, en la actualidad se cuenta con un amplio abanico de opciones terapéuticas tanto farmacológicas, quirúrgicas como no farmacológicas y éstas se eligen de manera minuciosa en base a cada caso en particular con el fin de adecuarlas s a las necesidades de cada paciente priorizando la calidad de vida, dependiendo de severidad de los síntomas
Dra. Cynthia García Fernández
Neuróloga
Especialista en Movimientos Anormales
MN: 115748