Investigaciones recientes le otorgan un lugar destacado a la alteración de la microbiota intestinal en el desarrollo y la progresión de la enfermedad de Parkinson. Esta línea de investigación considera que la enfermedad se iniciaría en el tracto digestivo y ascendería al sistema nervioso central.
Consultada sobre el tema la Dra. Gabriela Raina, neuróloga del Programa de Parkinson, explicó que la microbiota es el conjunto de microorganismos que viven en nuestro intestino y que “está compuesta por bacterias y otros organismos como arqueas, hongos, protistas, virus, fagos y aún más que se desconocen. Está determinada por los gérmenes que portaba la madre, los alimentos ingeridos, los antibióticos y tóxicos que haya recibido a lo largo de su vida. Por este motivo es tan variable de persona a persona que puede decirse que es como una huella digital”.
¿Por qué los estudios sobre la microbiota tienen importancia en relación a la Enfermedad de Parkinson?
Porque hay una teoría según la cual esta enfermedad comenzaría en las neuronas que se encuentran alojadas en el tubo digestivo (además de la nariz) y de ahí se esparciría a otros lados, como el sistema nervioso central. De hecho, sabemos que estas alteraciones intestinales tanto estructurales (microscópicas) como sintomáticas (constipación, defecación dificultosa) suelen preceder en años el comienzo de los síntomas motores (lentitud, rigidez, temblor).
¿Habría, entonces, algunas sustancias protectoras y otras que favorecen el desarrollo del Parkinson?
Se sabe por ejemplo que las personas que toman café (y, aparentemente, también mate) y las que fuman, tienen menor riesgo de desarrollar enfermedad. El café, por ejemplo, favorecería el crecimiento de determinados microorganismos que serían protectores. Al contrario, un sobrecrecimiento bacteriano (denominado disbiosis) produce un aumento de la permeabilidad del intestino que podría hacer que partículas indeseadas atraviesen la barrera intestinal, desencadenen inflamación y otros procesos que conllevarían al desencadenamiento de la enfermedad.
Esta línea de investigación determinó que “hay algunos microorganismos que producen sustancias, como mucus, que pueden actuar como barrera para que sustancias o gérmenes indeseables no ingresen al interior de nuestro organismo. Los ácidos grasos de cadena corta (que los humanos no somos capaces de fabricar) tendrían propiedades anti-inflamatorias, anti-tumorales y anti-microbianas y su disminución guardaría relación con el desarrollo de varias enfermedades como alergias, artritis reumatoidea y enfermedad de Parkinson, entre otras”, afirma la Dra. Raina.
¿De qué modo se relacionan estos procesos con los cerebrales?
Su relación radica en que algunas bacterias intestinales son capaces de sintetizar neurotransmisores como serotonina o ácido gamma amino butírico. Se ha hablado recientemente del eje intestino-cerebro, que es la interacción estrecha que guardan las neuronas con estas estructuras. Y también existe interacción con células inmunes y con el sistema endócrino.
¿Cómo se puede actuar sobre la microbiota para controlar la Enfermedad de Parkinson?
No hay nada establecido todavía. Aquellos pacientes que presentan disbiosis intestinal, tengan o no Enfermedad de Parkinson, pueden ser tratados por los gastroenterólogos con antibióticos y/o probióticos. Se ha estudiado el uso de prebióticos (fibras que actúan como suplemento energético para fomentar el crecimiento de bacterias beneficiosas) y probióticos (bacterias vivas beneficiosas) en pacientes con Enfermedad de Parkinson para mejorar la constipación.
Al respecto, la Dra. Raina concluye con optimismo: “Estas investigaciones permiten ver la interacción entre los factores ambientales y genéticos en el desarrollo de la enfermedad, a la vez que abre caminos alentadores para el estudio de nuevas terapias. Quizás en un futuro agreguemos con éxito pre-bióticos y probióticos a nuestro arsenal terapéutico contra la Enfermedad de Parkinson”.