Quienes tienen una enfermedad crónica como el Parkinson conviven con la expectativa de la aparición de nuevos fármacos. Si bien permanentemente se desarrollan líneas de investigación (la mayoría de estas buscan tener un mayor control de los síntomas, otras alterar el curso de la afección y si es posible la sanación) en la actualidad no hay nada que supere al compromiso del paciente con el tratamiento y la consulta médica periódica. “Me atrevo a decir que más que la consulta, el compromiso del paciente debe tener mayor peso, no solo es importante tratarse y mejorar, sino el querer hacerlo” sostiene la Dra. Verónica Montilla, neuróloga del Programa.
Asimismo, al ser consultada sobre qué pueden hacer los pacientes que se sienten desmotivados y que les cuesta adherir al tratamiento la Dra. Montilla declara que “existen terapias de apoyo y actividades complementarias, que ayudan a los fármacos con ese empujoncito final para sentirnos mejor. Puede usarse una amplia variedad de terapias de apoyo y complementarias para la enfermedad de Parkinson. Entre éstas se encuentran las técnicas fisioterapéuticas estándar, ocupacionales y del lenguaje, que pueden ayudar con problemas tales como los trastornos de la marcha y de la voz, temblores y rigidez, y deterioro cognitivo”.
A continuación la neuróloga distingue las siguientes terapias de apoyo:
Plan Alimentario: En este momento no existen vitaminas, minerales u otros nutrientes específicos que tengan un valor terapéutico comprobado en la enfermedad de Parkinson. Algunos informes iniciales habían sugerido que los suplementos dietéticos podían proteger en la enfermedad de Parkinson. Aunque actualmente no hay indicios de que ningún factor dietético específico sea beneficioso, una dieta sana y normal puede promover el bienestar general de los pacientes con la enfermedad como lo haría con cualquier otro. Comer una dieta rica en fibra y beber líquidos en abundancia también puede ayudar a aliviar el estreñimiento. Sin embargo, una dieta rica en proteínas puede limitar la eficacia de la levodopa.
Ejercicio físico: Puede ayudar a las personas con Parkinson a mejorar su movilidad y flexibilidad. Algunos médicos indican fisioterapia o ejercicios de fortalecimiento muscular para tonificar los músculos y para someter a los músculos rígidos y poco usados a un rango completo de movimiento. Los ejercicios no detendrán la evolución de la enfermedad, pero pueden mejorar la fuerza corporal. Asimismo mejoran el equilibrio, ayudando a minimizar los problemas de la marcha, y pueden fortificar ciertos músculos para que las personas puedan hablar y tragar mejor. El ejercicio también puede mejorar el bienestar emocional de las personas con Parkinson, y puede mejorar la síntesis de dopamina en el cerebro o aumentar los niveles de compuestos beneficiosos llamados factores neurotróficos en el cerebro. Aunque los programas estructurados de ejercicios ayudan a muchos pacientes, también es beneficiosa una mayor actividad física general como caminar, hacer jardinería, nadar, calisténica, y usar máquinas para hacer ejercicios. Las personas con la enfermedad siempre deben consultar con sus médicos antes de comenzar un nuevo programa de ejercicios.
Otras terapias complementarias que usan algunos individuos con enfermedad de Parkinson comprenden terapia con masajes, yoga, taichí, hipnosis, acupuntura y la técnica de Alexander, que optimiza la postura y la actividad muscular. Existen estudios limitados que sugieren beneficios leves con algunas de estas terapias, pero no retardan la enfermedad de Parkinson y no hay evidencia convincente de que sean beneficiosas.