
Al comer las personas con afecciones neurológicas pueden desarrollar síntomas que comprometen su deglución y llevarlos a la desnutrición, deshidratación, como así también, generarles problemas respiratorios.
La deglución depende de una serie de actividades neuromusculares que permite el pasaje del alimento de la boca al estómago. Por eso cuando aparecen los primeros síntomas de alteración es importante conocer y adaptar la textura de los alimentos para convertirlos en seguros.
No todos los alimentos exigen la misma coordinación y sincronización de grupos musculares, por eso la elección de la consistencia de los alimentos es clave para mejorar el momento de la alimentación.
Podemos agrupar los alimentos en tres tipos de consistencias: semisólidos, sólidos y líquidos.
- Los sólidos requieren mayor actividad motora para la formación del bolo alimenticio, esto implica una mayor producción de saliva y más residuos en la boca.
- Los semisólidos son los más fáciles para el traslado al estomago porque no necesitan masticación, el bolo es más homogéneo y se necesita menos fuerza.
- Los líquidos son los que más rápido discurren en la boca y provocan tos o carraspeo frecuentemente.
El fonoaudiólogo es quien indicara la viscosidad y el volumen más adecuada para cada paciente.
A través de una intervención temprana y adecuada se puede incidir positivamente en la mejoría de los síntomas de la deglución.
Es importante un trabajo interdisciplinario entre los distintos profesionales (neurólogos, fonoaudiólogos y nutricionistas) para poder detectar precozmente los síntomas de la disfagia, evitando así, las consecuencias clínicas y psicosociales que afectan la calidad de vida de los pacientes.
Lic. Roxana Clerici
Fonoaudióloga
Área de Comunicación y Disfagia
MN 3176
Hospital de Clínicas – UBA