Normalmente, las personas con Parkinson, llegan a la consulta derivados por el médico de atención primaria tras percibir ciertos síntomas relacionados con temblores, rigidez o lentitud en los movimientos que anteriormente no se presentaban. Asimismo, les cuesta precisar, en la entrevista con el neurólogo, cuando comenzó la enfermedad ya que su inicio y progreso es extremadamente lento.
Una vez confirmado el diagnóstico el paciente enfrenta, por lo general, una situación de confusión e incertidumbre sobre qué hacer. En estos casos es muy importante saber que el médico tiene los recursos para poder ayudarlo; “si bien existen pautas recomendadas según la edad y necesidades de acuerdo a los caso, debemos establecer las mejores indicaciones con cada paciente en particular. Generalmente el tratamiento de inicio de la enfermedad de Parkinson, se basa en hacer actividades físicas, como kinesioterapia, y medicamentos. Los agonistas dopaminérgicos como el pramipexol y el ropinirol son muy útiles para las etapas tempranas de la enfermedad, ya que se demostró su utilidad en el largo plazo. El uso de la levodopa se reserva para los pacientes que inician su enfermedad en edad más avanzada, o bien, para el momento que así lo requiera. Es el mejor medicamento para tratar esta condición, pero pueden presentarse algunas situaciones, luego de 5 o 10 años de uso, como el deterioro de fin de dosis (la menor duración de la acción terapéutica del fármaco) y la aparición de disquinesias (movimientos coreoatetósicos) que de esa manera pueden evitarse si no se lo indica tan tempranamente” afirma el Dr. Ricardo Maiola, neurólogo del Programa.
Hay situaciones en las cuales el tiempo que transcurre entre el diagnóstico y el inicio del tratamiento es excesivo. Frente a esto, es lógico pensar que cuanto más temprano se trate, mejor va a ser el estado del paciente y menor la dificultad motora; por lo tanto, “si se consultó tarde o se retrasó el diagnóstico, se deberá evaluar según algunas características particulares de cada caso (edad, estado funcional, lugar de residencia de cada paciente), e indicando la mejor estrategia para cada circunstancia, desde la terapia física a la farmacológica” declara el Dr. Maiola.
El estilo de vida del paciente es otra de las variables a tener presente en el inicio del tratamiento, muchas veces en los periodos iniciales de la afección, cuando la respuesta de los fármacos produce una mejoría considerable en los síntomas se tiende a desoír las recomendaciones médicas. Sin embargo “las terapias no farmacológicas, como las kinésicas, son necesarias para todos los casos de enfermedad de Parkinson, porque la respuesta será mucho mejor y la medicación es muy útil para algunos aspectos pero no para todos”, sostiene el neurólogo.
Otro problema que se puede presentar al inicio del tratamiento es la búsqueda de respuestas, por parte del paciente, en la medicina alternativa y llegar a suspender el tratamiento. Esta situación desemboca en “una considerable desmejoría del cuadro y se evita con una buena comunicación entre el médico, el paciente y la familia; considerando que el Parkinson es una enfermedad crónica, hay que hacer un seguimiento cada 2 o 3 meses. También es muy importante que las opciones terapéuticas las comunique el médico y no los medios publicitarios, los vecinos o amigos” explica el Dr. Ricardo Maiola quien “a su vez” nos recuerda la importancia de la consulta periódica: “los pacientes pueden permanecer estables durante largos periodos de tiempo, pero eso no quita que deban seguir consultando para tener un mejor control de los síntomas”.