Las producciones creativas y estéticamente satisfactorias no son el objetivo del taller de escritura. Sin embargo este es un factor de gran importancia para desdramatizar la escritura y revertir la sensación de frustración que, en general, acompaña a las actividades gráficas, afectadas por el Parkinson.
Trabajar con témpera supone una asociación directa con el arte y permite salir en forma rápida del clima de exigencia que implica la escritura en estos casos. Esta técnica es particularmente apropiada para determinadas expresiones escriturales, como por ejemplo la firma, ya que el componente creativo le es inherente desde su génesis, lo que refuerza la alianza escritura/arte.
Una de las aplicaciones parte del boceto de la firma con tiza blanca en una hoja negra de 40 x 50 cm. La ocupación de toda la superficie induce a la utilización de articulaciones proximales (codo, hombro), prescindiendo de las distales (muñeca, mano, dedos), más afectadas por los síntomas motores, lo cual posibilita resultados más satisfactorios. Además, la búsqueda intencional de dominación de un espacio amplio obliga a programar el trazado y concretarlo con movimientos voluntarios, generalmente menos perturbados que los automáticos.
El color negro de la hoja y el blanco de la tiza (opuestos a los colores habituales) suman a este objetivo porque quiebran la asociación con los movimientos automáticos propios de la escritura corriente. Esta ruptura se afianza con el recorrido posterior de la firma con témpera blanca.
El pincel debe ser mayor a 1 cm. de diámetro para evitar la búsqueda de resultados perfeccionistas y, por consiguiente, la posibilidad de frustración. En este sentido, la lentitud que exige esta técnica pictórica es funcional a la bradicinesia y admite retoques del trazado, lo que configura un medio tranquilizador.
Cabe señalar que el uso del pincel promueve la regulación de la fuerza de inscripción, ya que se trata de un instrumento muy sensible. La realización de un fondo multicolor con punteado de distinto diámetro pero sin cambio de pincel, acentúa la ejercitación de la energía aplicada. La variación de colores y diámetros aporta al freno de los automatismos.
Este proceso de confección de la firma como boceto primero y como pintura después, da lugar a la recuperación de algunas de sus partes, eliminadas o deformadas por una ejecución automática no lograda. De este modo, la vuelta a la birome muestra generalmente una firma más estructurada y amplia.
Adriana Ziliotto, Perito Grafóloga.
Coordinadora del Taller de Escritura